«Los árboles que crecen lento son los que ofrecen los mejores frutos» — Molière
Trazabilidad para mostrar el territorio
Establecemos una conexión directa entre la topografía, nuestro trabajo y la expresión de cada vino
Inspirados en el sistema alemán del Amtliche Prüfungsnummer (AP-Nummer), hemos desarrollado un método propio de codificación que acompaña a cada una de nuestras botellas.
Este código, visible en la contraetiqueta, describe con precisión la identidad de cada vino, con su origen, elaboración y estilo.
Se organiza en cuatro grupos numéricos:
Primer grupo: un único dígito que codifica a la Denominación de Origen
Segundo grupo: seis números divididos en dos subgrupos que diferencian la margen derecha e izquierda
Tercer grupo: codificación del proceso de elaboración
Cuarto grupo: dos cifras finales que indican el año en que se completa la crianza y se inicia la comercialización
Este sistema nos ha permitido ir más allá de la trazabilidad habitual construyendo toda una cartografía enológica que nace de la geografía fluvial.
El Bierzo, atravesado por una compleja red de tributarios del Sil, es un lienzo natural único en su orografía, suelos y singularidades de cada cuenca.
Donde el hielo dio forma al suelo
«[Al Bierzo] no puede entrarse sino es bajando, ni puede salirse sino es subiendo»
— P. Flórez, La España Sagrada, 1747
A su paso por el Bierzo, la cuenca del Sil se encuentra completamente delimitada por un sistema montañoso que actúa como anfiteatro natural.
Esta configuración geográfica no solo define su característico clima transicional entre el Atlántico, el Mediterráneo y la montaña, sino que concentra en pocos kilómetros una diversidad morfológica difícil de encontrar en otras regiones vitícolas.
Los relieves montañosos, de origen paleozoico, están compuestos principalmente por pizarras y cuarcitas, con afloramientos de granitos, muy escasos, y algunas calizas. En contraste, la hoya es una acumulación de materiales aluviales producto de la sedimentación activa de sus numerosos cursos fluviales.
Estas cuencas fueron modeladas durante el Cuaternario por los glaciares que cubrían perennemente las cumbres. Allí donde hoy maduran cepas centenarias, hace 10.000 años hubo lenguas de hielo bajando lentamente, arrastrando piedras, esculpiendo valles, dejando tras de sí su impronta. La Tierra del Sil se hizo gracias al aliento gélido de estos glaciares; y de la piedra, el hielo y el agua surgió la magia.