«Vinos para beber y para guardar. Toda la sabiduría humana por el suave aroma del vino»
— Omar Khayyam
Espíritu joven
Queríamos tomar y ser parte de un legado. En 2023 vinimos al Bierzo convencidos de su singularidad y ese mismo año elaboramos nuestra primera añada: el inicio de un sueño.
De inmediato supimos que había sido la decisión correcta. Los paisajes, la historia y el río Sil, que han guiado a las generaciones precedentes, nos cautivaron.
Este proyecto nació para continuar con su legado, para recordar y honrar el camino recorrido por quienes antes que nosotros cultivaron la tierra.
Era imposible no enamorarse. Aquí nació nuestro camino, aunque no nuestra historia.
Crianza atenta
La uva crece en el viñedo, pero el vino se hace en la bodega, y aquí cada detalle cuenta. La sinergia entre la naturaleza y personas da como resultado un vino que se elabora dejando el rastro de lo que una vez fue.
La atención es máxima. Cada fermentación, cada barrica, cada cata, todo está controlado con esmero para lograr un vino que respire el paso del tiempo.
La paciencia también. El concepto de élevage llevado al límite para disfrutar de un vino gastronómico con alma y capacidad de evolución. Un vino educado, como la tradición exige.
Presencia eterna
El tiempo es el gran maestro. Apostamos por las largas crianzas, entendiendo que la paciencia y el respeto son esenciales para revelar esos destellos enigmáticos que despiertan la nostalgia del pasado.
Porque los grandes vinos se comparten y se recuerdan.
Combinamos el rigor del método científico con la comprensión profunda de la historia y la cultura. Nuestra emoción y anhelo se depositan en cada botella. No se trata de elaborar vino, sino de interpretarlo para dejar huella en quienes lo beben.
El vino, como la vida, necesita tiempo para crecer y alcanzar su potencial. Con cada añada nos acercamos más al ideal que imaginamos: un vino profundo, sensato y con una historia que contar.
Llevamos poco tiempo, pero somos pacientes. La singularidad, sabemos, se forja con el paso de los años. Nos consideramos custodios del legado de quienes trabajaron estos viñedos antes que nosotros.
La cooperación y el respeto mutuo son esenciales para el progreso colectivo. Por eso somos un négociant-elaborateur. Confiamos en el trabajo de los viticultores locales y tomamos su testigo en cada vendimia. Los avances son el resultado de un trabajo en progreso continuo que debe ser ético, justo y al servicio de las personas y la comunidad.
Homenaje y tradición
Pelgius es un tributo a los que nos precedieron.
Su nombre, prácticamente olvidado, es el de uno de los grandes personajes de los que la historia del vino de la Tierra del Sil es tributaria. Como abad del Monasterio de San Pedro de Montes supo conjurar el cisma que venía afectando a su comunidad monástica desde que el rey Alfonso VI había tomado la decisión de introducir en todos sus dominios la reforma benedictina llegada desde Borgoña.
Desde el Valle del Silencio, Pelgius y sus monjes, como sus predecesores, y como sus sucesores, roturaron tierras, organizaron viñedos e introdujeron prácticas que sentarían las bases del prestigio de los vinos de la Tierra del Sil. Somos testigos de esta epopeya atemporal.
Honramos también a los viticultores, a los que cuyo nombre se ha perdido, pero no sus esperanzas, voluntad y deseos, y a los que han querido colaborar con nosotros. Cada botella es un reconocimiento a este trabajo colectivo, a la cooperación que mantiene viva la tradición vitivinícola.
Y a un gran hombre y mejor profesional que nos ha dado su confianza cuando más la necesitábamos. Sin él y su familia los comienzos de Terra Silis serían más difíciles, sino imposibles.
Porque el futuro surge de reconocer la interdependencia entre las huellas del camino que heredamos y las manos que hoy lo trabajan.